
Cuando cumplieron tres años,
decidimos que ya podíamos intentarlo, así que escogimos una película de Winnie
The Pooh, cortita, de apenas una hora, para estrenarnos en el asunto cinéfilo,
y la experiencia resultó muy positiva. En
realidad, a mí me dieron ganas de clavarme un tenedor en la córnea a los 10
minutos de película, pero eso se debe a que aborrezco con todas mis fuerzas al
osito de marras y no al desarrollo del experimento, porque mis niños se
portaron como campeones y aguantaron toda la peli sentaditos y atentos. Esto fue el pistoletazo de salida, y a partir
de ahí creo que no nos hemos perdido una película de dibujos, es meterlos al
cine con un paquete de palomitas y tenemos dos horas de diversión y relajo. El nirvana familiar. Además he de reconocer que yo soy la primera
en proponer una salida al cine, me siguen encantando las películas de dibujos
(siempre y cuando no impliquen a Winnie The Pooh o a Mickey Mouse), será que aún conservo mi lado más infantil.

Las Navidades pasadas nos vimos
todas las películas de animación que estrenaron, y estas vamos por el mismo
camino. De momento hemos empezado por
“Frozen” o “El Reino del Hielo” , que nos ha gustado mucho a todos, incluido a
Marcos, a pesar de que a priori pueda parecer una película más de niñas, por
aquello de que hay dos princesas y demás.
Esta vez fuimos con una amiga y su niño, y era súper gracioso verlos a
los tres, sentados bien formalitos y agarrados a su paquete de palomitas
esperando que empezara la película.
Aunque esta vez el paquete era demasiado canijo y cuando apagaron las
luces se oyó una vocecita indignada: “Hala, ahora que empieza la película me
quedo sin palomitas”. Afortunadamente,
su amiguito llegó al rescate y ofreció a Marcos parte de su gran paquete de
palomitas y así pudimos concentrarnos en la historia sin más incidentes. La primera mitad de la peli es bastante
musical, así que mi niña, que lleva el faranduleo y el arte en el cuerpo se
dedicó a cantar todas las canciones.
¿Qué no se las sabía? Detalle sin importancia, ella canta igual y se
concentra en cuerpo y alma en la pantalla.
Y así pasamos la película, sufriendo con las princesas, riéndonos con el
reno y el muñeco de nieve, animando al bueno al final y saliendo contentos por
el desenlace. ¿Lo mejor? Comentar con
ellos la película viendo sus ojitos brillantes cuando te cuentan que pasaje les
ha gustado más. Si además acompañamos la
conversación con unas pizzas con amigos, podemos decir que hemos tenido un día
de cine perfecto. La próxima seguramente
“Lluvia de albóndigas”, con un paquete de palomitas más grande, eso sí.
EVA
Nosotros fuimos cuando Gabri tenía cinco años y Ángela dos y medio a ver Brave, la verdad es que mi niña aguantó como una campeona pero el problema es que es muy sensible a los ruidos fuertes y cuando salía el oso se acojonaba, acabó subida en mi regazo. Tb tenemos pendiente Frozen, a ver si vamos estas fiestas!
ResponderEliminarSoy Conxi que no puedo entrar en mi perfil jaajajaj