Recuerdo conversaciones con mis
amigas, cuando era más joven y menos sabia. Conversaciones que giraban en torno a la
maternidad y como enfocarla, y en como no íbamos a repetir, entre otras cosas,
esas típicas “frases de madre” que todas habíamos padecido. Nonononono,
nosotras éramos mujeres modernas, de otra pasta. Ja, ja y ja.
Supongo que mientras tanto, el
karma, la naturaleza, el destino o Dios, como gustéis, se estaba revolcando por el suelo entre hipidos y lagrimones de pura hilaridad ante tamaña inocencia (o estupidez, no sé), mientras planeaba
cuidadosamente nuestro futuro como madres. Y está claro que para alguna, como multimadre. Más aún, como multimadre que usa todas esas
frases que alguna vez juró no usar.
- ¡Como vaya yo! – frase que se grita desde otra habitación, preferiblemente mientras estás subida a una escalera ordenando armarios, en el baño intentando darte una ducha sin que te dé un ictus del estrés o al teléfono hablando con tu amiga que vive fuera y a la que hace meses que no ves, mientras oyes a tus hijos pelear como gatos, zurrarse o hacer ruidos que implican una destrucción masiva e inminente del mobiliario.
- ¿Pero es que os creéis que soy el Banco de España? – cada vez que tus criaturas se paran ante un escaparate y pegan la naricilla mientras piden todo lo que ven. Especialmente peligroso en mi caso, el camino de vuelta del cole, con al menos tres papelerías que llenan sus escaparates de juguetes, peluches y mil chorraditas de colores que atraen a los niños cual seductoras sirenas a Ulises, lo que hace que un trayecto de 10 minutos pase a ser de 40 y que llegues a casa con una úlcera.
- A mí no me levantes la voz - de esta suele ser destinataria mi hija, que con lo dulce que es de normal, hay que ver que gritos pega cuando se enfada, que carácter tiene la niña… Sí, lo sé, los que lean esto y me conozcan se estarán partiendo de risa, porque la niña tiene un carácter casi idéntico al de su mamá (aunque con más tendencia al drama, eso sí), y a decir de los observadores, cuando discutimos ponemos exactamente la misma cara y la misma mirada furiosa. Por eso mismo, esta frase suele ir seguida por: “y no me pongas esa cara, nena, que la inventé yo”. Aunque esta frase no es de madre, ¿no?
- Voy a contar hasta tres – increíblemente, esta suele funcionar con mis hijos. ¿Y por qué funciona? Pues porque saben que si mamá cuenta hasta tres, el castigo llegará, lloren, pataleen o canten. Que una es maña hasta la médula y no se echa para atrás fácilmente. Aunque tendría menos arrugas en la frente si lo hiciera, seguro…
- Con la comida no se enreda – esta normalmente viene después de cientos de intentos de que tus hijos coman sentados, sin meter la mano en el plato, ni dar vueltas a la comida mil veces hasta centrifugarla. Tiene una variante en forma de pregunta enfadada, ¿pero quieres dejar de enredar con la comida y comer, por Dioooooooooooooos?
- ¡¡¡¡Porque sí!!!! – es probablemente la que menos sentido tiene, pero hay veces, cuando llevas escuchados 37 curiosos y enloquecedores ¿y por qué? seguidos, en las que te rindes y usas la frasecita. Es eso o ir a mecerte en un rincón abrazada a tí misma mientras canturreas.
- Porque lo digo yo que soy tu madre – la frase que más odiaba de pequeña, y la que más me joroba reconocer que uso, pero sí, me llamo Eva y también digo, todo junto y sin respirar, “porquelodigoyoquesoytumadre” (te queremos, Eva). Y es que en ocasiones, ante dos niños indignados, revoltosos y que no entienden la utilidad de, por ejemplo, ordenar su habitación antes de que sea impracticable o de no arriesgar su integridad física y la paz mental de su progenitora realizando acrobacias al filo de las escaleras del cole, no te queda otra que sacar al legionario que llevas dentro y soltar un berrido con la frasecita.
Hay muchas más que seguro que me
dejo, pero estas son la mías. ¿Y las
vuestras? Porque me niego a creer que soy la única madre del siglo XXI que
sigue usando frases viejunas. ¿Verdad? ¡¡¡¡¿VERDAD?!!!!
EVA
EVA
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