lunes, 8 de julio de 2013

COMPENETRADOS

Cuando te enteras de que estás embarazada, empiezas a imaginar ilusionada cómo será tu relación con tu bebé; cuando te enteras de que vienen dos, pasado el shock, empiezas, además, a imaginar cómo será la relación que establecerán entre ellos. Supones que será muy especial, que esas dos personitas en tu útero irán tomando conciencia, no solo de sí mismas, sino de su hermanito; y estás deseando ver cómo se desarrolla.

En mi caso los primeros meses no noté gran cosa. Los bebés vivían ajenos el uno del otro. Durmieron en la misma cuna hasta los ocho meses, por aquello de que los múltiples se echan de menos, pero para ser sinceros, no tengo ni idea de si eso sucedía o no. La interacción, cuando empezaron a ir sentados en la sillita y empezaban a moverse más, no pasaba de quitarse el chupete el uno al otro: iban con las cadenas cruzadas. Pero tengo la impresión de que aquello no era interacción sino que al niño en cuestión le interesaba más el chupete que su hermano. Esto fue cambiando poco a poco. Muy poco a poco. Cuando empezó la fase del gateo, Rubén solía robarle los juguetes a su hermano, que lloraba de impotencia. Poco después, Óscar empezó a hacer lo mismo cuando se dio cuenta de que su hermano salía pitando detrás de él: o sea, que Rubén quería un juguete y se lo quitaba a su hermano, pero Óscar quería que su hermano lo persiguiera y para eso le quitaba un juguete.

Repito que no había grandes juegos entre ellos, pero para lo que sí se ponían de acuerdo era para no dejar a mamá ni a sol ni a sombra. ¿Ducharme cerrando la puerta? Ja. ¿Cocinar sin niños a la vista? Misión imposible. Pero eso es lo que haría cualquier bebé, múltiple o no.

Rubén siempre ha sido muy sociable, desde muy pequeñito. Hacia el año y poco ya se le veían ganas de jugar con otros niños. Óscar tardó bastante más, vivía en su mundo. Pero cuando tuvo necesidad de jugar con otros niños, allí estuvo su hermano. Puntualicemos: son dos niños muy distintos entre sí, con gustos y naturaleza diferente, y jugaban con niños diferentes ya en la guardería, pero poco a poco empezaron a jugar.

A partir de esa edad, de los 2 años en adelante, cada día voy viendo más esa “relación especial” que me imaginaba durante el embarazo. Cuando van a un lugar desconocido, aunque no estén juntos su lenguaje corporal indica que saben en cada momento dónde está su hermano. Una mirada basta para que se busquen y comenten cualquier cosa de interés. Se ponen de acuerdo para retar a mamá a la hora de comer, que mamá pide seriedad y los dos se miran y se parten de la risa. Inventan juegos, inventan reglas (Óscar), inventan historias dibujadas (Rubén)… El otro día vi a Rubén enseñándole a su hermano a dibujar peces. Se entienden divinamente también a patadas y puñetazos (dichosa testosterona…), pero por más que les riña, ellos ¡están jugando y se ríen!

Respecto a lo de compartir… nosotros tuvimos claro que habría cosas que compartirían y otras cosas de cada uno. Asumen muy bien la “propiedad”. Desde antes de los 2 años distinguen la R y la O de sus zapatos, y no se equivocan; la ropa les da igual… más o menos, solemos comprarla igual o de diferente color y cada uno elige el suyo. Sobre los 2 años tuvieron sus motos y, después de unas cuantas peleas, las acabamos marcando y asunto resuelto. Cuando les cae algún juego colectivo, aceptan perfectamente que “es de los dos”, quizá porque ahora ven claro que lo pasan mejor jugando juntos que por separado.


Cuando te das cuenta realmente de lo que se adoran es cuando uno de ellos falta. Cuando Rubén estuvo ingresado, Óscar estaba muy preocupado porque yo me tenía que dar prisa para volver al hospital y llevarle su perrito de peluche. Cuando uno falta a clase, el otro pregunta cómo está nada más salir, y le cuenta todo lo que ha pasado ese día (a mí no me lo cuentan con tanto detalle). Si a uno le compran chuches, pide también para su hermano. Al fin y al cabo, ¡llevan juntos toda la vida! Los inicios son muy duros, no lo voy a negar. Pero, para mí, el ser múltiples es un regalo de la vida con muchas más ventajas que inconvenientes. Su hermano siempre va a estar ahí, acompañando, espero que toda la vida aunque, por supuesto, tomarán caminos distintos. Y algo que yo encuentro casi mágico: nuestros múltiples aprenden, sin ningún esfuerzo, a CONVIVIR, a aceptar sin reservas a esa otra persona con necesidades parecidas a las tuyas, pero distinta a ti. Y eso es una lección para toda la vida.

Toñi

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...