jueves, 24 de enero de 2013

POSPARTO - Toñi (primera parte)


Después de llevarse a mis dos pequeñines a Neonatos, me acabaron de limpiar, cerrar la herida, etc, y se me llevaron a reanimación. Días antes de la cesárea, me habían dicho que me tendrían cerca de 48h allí, recuerdo que me indigné y lloré pensando que cómo podía ser, cómo iban a separarme tanto de mis bebés… Y la verdad es que tenían razón. Recuerdo esos días como en una nebulosa, y me acuerdo sobre todo del dolor.

Y llegó el día en que me subieron a planta, y ¡el gran momento! Ir a ver a mis hijos. Me bajaron a Neonatos, me ofrecieron cogerlos un ratito y… casi me avergüenza tener que reconocer que ¡no tengo ni idea de a qué niño cogí en brazos por primera vez! Aún no los reconocía, pero ellos a mí sí. O por lo menos, reconocían mi voz. Les tarareé, primero a uno y luego al otro, la nana que les cantaba cuando estaba embarazada, mientras me acariciaba la panza. Y, primero uno y luego el otro, los dos despertaron de su letargo y abrieron unos ojitos como platos, como buscando de dónde venía esa voz conocida y que tanto les reconfortaba. No lo olvidaré jamás.

Tampoco olvidaré que el dolor no se iba. Era absolutamente incapaz de ponerme erguida, y cuando empecé a caminar lo hice hecha un 4. Pensaba que en un par de días la cosa mejoraría, cuando me dieran el alta. Qué ilusa. Al segundo día de estar en planta, me salió una rojez bastante grande alrededor de la herida: se había infectado. ¡Vaya! La noticia me cayó como un mazazo: “no es grave, pero es lento de recuperar. Tendrás que quedarte unos cuantos días más, con antibióticos”. No me gustó nada, sobre todo porque, ¿cómo iba a dar el pecho a mis hijos? Luego quise reaccionar bien pensando que iba a estar más días en el hospital, al lado de mis hijos, pero también me equivocaba: quiso la casualidad que por las mañanas, con las visitas restringidas, tenía poco antibiótico; y que por las tardes, con horario libre, si no tenía un medicamento enchufado tenía otro. Y encima, aunque la rojez de la herida iba cada vez a menos, empezó a darme fiebre por las noches. ¿Qué estaba pasando? Parecía que ahora se había infectado la herida en sí. Tardaron unos días en saber qué bacteria era la causante de la infección.

¿Y mientras tanto? Yo me iba sintiendo cada vez peor. Al baile hormonal normal de cualquier puérpera, había que añadir mis múltiples preocupaciones. Mis dudas con los medicamentos. Mi impotencia por sentirme mal por las mañanas después de la fiebre nocturna (siempre era por la noche) y no poder estar con mis hijos todo el tiempo que unos bebés prematuros merecen (¡y más siendo dos!), no poder hacer el método canguro, no conseguir cantidad suficiente de leche, etc., etc. Una vez me mareé en neonatos con un bebé en brazos, suerte que pude avisar. Otra vez, al final de esos días, me puse a llorar porque me sentía muy débil, no tenía fuerzas para coger a uno de los niños y ¿qué clase de mala madre soy yo, que me estorban mis propios hijos, recién nacidos, prematuros, desvalidos…?

Habían pasado 15 días desde el nacimiento de mis hijos. Yo iba de cabeza a una depresión post parto, ¿por qué cada vez estoy peor si me están machacando a antibióticos? Por fin llegó la respuesta: me había salido un hematoma entre el músculo abdominal y la matriz. Se había infectado: había que operar de inmediato. ¡Mis niños! ¿Quién los iba a atender en Neonatos si su padre tenía que trabajar todo el día?

Así me llevé una nueva operación dos semanas después de la cesárea. Se me volvieron a llevar a observación. Esta vez no fue tanto el dolor, ni mucho menos. Al revés: me sentía extraordinariamente bien, animada y con ganas de extraerme leche. Pero eso sí: me tuvieron mucho más tiempo del necesario en observación porque mi hematólogo se empeñó en verificar que estaba limpia de trombos en el abdomen.

Me llevaron a planta por segunda vez. Yo estaba muy contenta pensando que, ahora sí, por fin iba a ir todo mejor: me iba a recuperar muy pronto y me iba a poder dedicar a mis niñitos. No sabía que mi sangre enferma, que había provocado dos infecciones y no había evitado un hematoma, aún no había dicho “basta”.

Toñi

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