martes, 11 de diciembre de 2012

NAVIDADES MÚLTIPLES - Toñi


Yo, desde adolescente, siempre fui la típica que refunfuñaba cuando llegaba la navidad: menuda falsedad, cuánta mentira, Jesús no nació en diciembre, esto es una campaña de El Corte Inglés, por qué narices nos tenemos que volver todos buenos y felices, etc., etc., etc. Y vale: lo sigo pensando. Pero ¡cómo cambia la vivencia cuando hay niños!



O antes. Las navidades anteriores al nacimiento de mis peques me pillaron con un tripón de algo más de 20 semanas. Con todos mis miedos, no había querido comprar ni un patuco hasta que pasaran la eco morfológica. Todo andaba bien, y ese año el tió nos cagó (sí, qué le vamos a hacer: los tiós cagan regalos...) un peluche para cada niño. Llamadle hormonas, o ñoñería total, pero se me llenaron los ojos de lágrimas al estrujar a la vaquita Rita y el elefante Dante. Y lo que son las cosas: tanta llorera para que mi par de brutotes no les hayan hecho ni caso.




Las primeras navidades les pilló de bebés que aún no gateaban. Fuimos con la familia paterna, que viven bastante lejos, y muchos los conocieron allí, “melliceando” los dos en las mantas del suelo. Pobrecitos, no se enteraron de nada. Los siguientes años fueron siendo más conscientes. El darle de palos al tió al son de la canción es algo que va con ellos, así que a partir del segundo año se emocionan con ello, y cada vez les entusiasma más el ir a darle de comer y ver que a la mañana siguiente ya no queda nada. Y el ir de casa en casa recogiendo regalos de Reyes, ¡que siempre aciertan! ¡Bendita inocencia! Que les dure. Para la decepción, si les llega, siempre habrá tiempo.


Toñi

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