Una de las cosas que más frecuentemente veo que se
plantean (nos planteamos) las mamás de múltiples es como salir solas con ellos
a cualquier parte. Por nuestra cabeza
empiezan a pasar imágenes de nuestros pequeños escapando cada uno en una
dirección y lesionándose de todas las formas imaginables posibles, sin que
podamos hacer nada por evitarlo. Pues
bien, todo es posible si nos organizamos, doy fe, porque si yo lo hago, siendo
que milito en la categoría de madre paranoica nivel experto, lo podéis hacer todas.
Yo he ido y voy sola con ellos a todas partes, al parque,
a la compra, al médico, a la piscina…pero dadas las fechas, os voy a hablar de
mis peripecias piscineras. Como digo,
soy una madre paranoica que vigila muy de cerca a sus retoños, temiendo que se
me pierdan, se me ahoguen o que algún secuestrador se los lleve, no en vano son
los niños más bonitos del mundo (por supuesto).
¿Y cuando empecé a ir sola con ellos a la piscina? Pues el verano en que
cumplieron 18 meses. Tengo la suerte de
tener un trabajo de jornada continua que me permite salir a las 3 y pasar la
tarde con mis hijos, lo que es fantástico y agotador a partes iguales. Así que en cuanto empieza la temporada de
piscina, allá que nos vamos.
Al principio es relativamente sencillo, los niños son
pequeños y se conforman con la piscina pequeña, en la que supuestamente hay
poco peligro y tú deberías poder sentarte tranquilamente en el bordillo
mientras miras sus graciosas evoluciones con ojos llenos de amor. Bueno, eso es si no tienes en casa un pequeño
kamikaze como mi hijo, que desde que aprendió a andar, con un año recién
cumplido, decidió que para que iba a caminar si podía trepar, correr y
saltar. Y eso aplicado a una piscina
significa, correr como un poseso por el bordillo que la rodea, saltar y hacer
inmersiones que te dejan los pelos de punta y el corazón en un puño. ¿Y como pasamos esa etapa sin morir en el
intento? Pues no hay otra receta que la paciencia y la vigilancia constante, lo
que se traduce por interminables paseos por la piscina con dos pequeñajos curiosos
de la mano, cientos de disculpas ofrecidas a personas con toallas pisoteadas
por dos pares de pequeños pies, miles de: “eso no, déjalo que no es tuyo”,
rabietas sin fin y mucho cansancio. De
esa etapa recuerdo sobre todo que mis hijos NUNCA y digo, NUNCA, se querían
tomar la merienda en la piscina y que casi siempre se dormían en cuanto los
colocaba en las sillas del coche. Por
supuesto, su muy paranoica madre acababa dormida en el sofá hecha un gurruño
todos los días.
Conforme crecen, las cosas se hacen más sencillas y más
complicadas a la vez. Más sencillas
porque tienen más autonomía, se han acostumbrado al entorno, tienen más
confianza y poco a poco van entendiendo lo que pueden y no pueden hacer, y más
complicadas precisamente por esa autonomía que van adquiriendo y que les hace
intentar forzar un poco más los límites y hacer más cosas, en el caso de mi
hijo, hablaríamos de refinar sus constantes y hasta ahora milagrosamente
infructuosos esfuerzos de partirse el cráneo por cuatro partes, claro.
Ahora que tienen 5 años las cosas van cambiando, y desde
el verano pasado, hemos instaurado una rutina que nos funciona (como siempre, a
días mejor y a días peor) y se traduce en unas pocas y muy claras reglas: en la piscina se puede jugar, bañarse y hacer
lo que se quiera siempre y cuando se obedezca a mamá. No se va a ningún sitio solo. Y en el camino, en el coche de mamá no se
grita ni se pelea. Y si se incumple
alguna de estas reglas, no hay piscina al día siguiente. El año pasado bastó dejarles dos días sin
piscina, muriéndonos de calor en casa, para que vieran que mamá iba en
serio.
Sé que hay gente a la que le puedo parecer un ogro, pero
si tengo que manejar a dos niños pequeños, y muy movidos, yo sola y asegurarme
de que no les pase nada, prefiero eso antes que lamentarme. Soy flexible en cuanto a que se bañan las
veces que quieren, se pueden tomar un helado o lo que les apetezca, pueden ir a
jugar a la zona de juegos, correr por donde quieran, llevarse juguetes…pero
siempre conmigo, y cuando yo digo fuera del agua, deben salirse, y cuando digo
que recogemos y nos vamos, hay que hacerlo.
Y si ellos no cumplen su parte del trato, yo no cumplo la mía. Como siempre, todo es cuestión de
organización y paciencia.
EVA
EVA
Por razones de causa mayor, que sin gafas no veo una mierda y que nado de pena nunca he ido sola a la piscina con mis hijos, me supera! un besote, me encantan tus entradas.
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