viernes, 12 de julio de 2013

Patitos al agua: a la piscina con múltiples





Una de las cosas que más frecuentemente veo que se plantean (nos planteamos) las mamás de múltiples es como salir solas con ellos a cualquier parte.  Por nuestra cabeza empiezan a pasar imágenes de nuestros pequeños escapando cada uno en una dirección y lesionándose de todas las formas imaginables posibles, sin que podamos hacer nada por evitarlo.  Pues bien, todo es posible si nos organizamos, doy fe, porque si yo lo hago, siendo que milito en la categoría de madre paranoica nivel experto, lo podéis hacer todas. 

Yo he ido y voy sola con ellos a todas partes, al parque, a la compra, al médico, a la piscina…pero dadas las fechas, os voy a hablar de mis peripecias piscineras.  Como digo, soy una madre paranoica que vigila muy de cerca a sus retoños, temiendo que se me pierdan, se me ahoguen o que algún secuestrador se los lleve, no en vano son los niños más bonitos del mundo (por supuesto).  ¿Y cuando empecé a ir sola con ellos a la piscina? Pues el verano en que cumplieron 18 meses.  Tengo la suerte de tener un trabajo de jornada continua que me permite salir a las 3 y pasar la tarde con mis hijos, lo que es fantástico y agotador a partes iguales.  Así que en cuanto empieza la temporada de piscina, allá que nos vamos. 

Al principio es relativamente sencillo, los niños son pequeños y se conforman con la piscina pequeña, en la que supuestamente hay poco peligro y tú deberías poder sentarte tranquilamente en el bordillo mientras miras sus graciosas evoluciones con ojos llenos de amor.  Bueno, eso es si no tienes en casa un pequeño kamikaze como mi hijo, que desde que aprendió a andar, con un año recién cumplido, decidió que para que iba a caminar si podía trepar, correr y saltar.  Y eso aplicado a una piscina significa, correr como un poseso por el bordillo que la rodea, saltar y hacer inmersiones que te dejan los pelos de punta y el corazón en un puño.  ¿Y como pasamos esa etapa sin morir en el intento? Pues no hay otra receta que la paciencia y la vigilancia constante, lo que se traduce por interminables paseos por la piscina con dos pequeñajos curiosos de la mano, cientos de disculpas ofrecidas a personas con toallas pisoteadas por dos pares de pequeños pies, miles de: “eso no, déjalo que no es tuyo”, rabietas sin fin y mucho cansancio.  De esa etapa recuerdo sobre todo que mis hijos NUNCA y digo, NUNCA, se querían tomar la merienda en la piscina y que casi siempre se dormían en cuanto los colocaba en las sillas del coche.  Por supuesto, su muy paranoica madre acababa dormida en el sofá hecha un gurruño todos los días.

Conforme crecen, las cosas se hacen más sencillas y más complicadas a la vez.  Más sencillas porque tienen más autonomía, se han acostumbrado al entorno, tienen más confianza y poco a poco van entendiendo lo que pueden y no pueden hacer, y más complicadas precisamente por esa autonomía que van adquiriendo y que les hace intentar forzar un poco más los límites y hacer más cosas, en el caso de mi hijo, hablaríamos de refinar sus constantes y hasta ahora milagrosamente infructuosos esfuerzos de partirse el cráneo por cuatro partes, claro.

Ahora que tienen 5 años las cosas van cambiando, y desde el verano pasado, hemos instaurado una rutina que nos funciona (como siempre, a días mejor y a días peor) y se traduce en unas pocas y muy claras reglas:  en la piscina se puede jugar, bañarse y hacer lo que se quiera siempre y cuando se obedezca a mamá.  No se va a ningún sitio solo.  Y en el camino, en el coche de mamá no se grita ni se pelea.  Y si se incumple alguna de estas reglas, no hay piscina al día siguiente.  El año pasado bastó dejarles dos días sin piscina, muriéndonos de calor en casa, para que vieran que mamá iba en serio. 

Sé que hay gente a la que le puedo parecer un ogro, pero si tengo que manejar a dos niños pequeños, y muy movidos, yo sola y asegurarme de que no les pase nada, prefiero eso antes que lamentarme.  Soy flexible en cuanto a que se bañan las veces que quieren, se pueden tomar un helado o lo que les apetezca, pueden ir a jugar a la zona de juegos, correr por donde quieran, llevarse juguetes…pero siempre conmigo, y cuando yo digo fuera del agua, deben salirse, y cuando digo que recogemos y nos vamos, hay que hacerlo.  Y si ellos no cumplen su parte del trato, yo no cumplo la mía.  Como siempre, todo es cuestión de organización y paciencia.

EVA



1 comentario:

  1. Por razones de causa mayor, que sin gafas no veo una mierda y que nado de pena nunca he ido sola a la piscina con mis hijos, me supera! un besote, me encantan tus entradas.

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