¿Cuándo comenzar con la alimentación complementaria? El pediatra te dice
algo, en internet hay páginas y páginas hablando de ello, otras madres
te cuentan su experiencia... En nuestro caso, más que decírnoslo, nos lo
gritaron.
Hacia los 12-13 meses empezamos con el yogur natural.
Será el más sano pero yo, particularmente no lo soporto, así que
entiendo que los niños nos lo echaran para atrás. Con el de sabores
tuvimos algo de más suerte, aunque Mario ya comenzaba a retirar
la boca, a arrugar la nariz en cuanto le acercábamos la cuchara o a dar
arcadas si le manchábamos los labios con yogur.
Mario es muy reacio a probar nuevas cosas. No es como Álvar o Lara
que pueden poner mala cara pero que lo prueban. Es que ni tocarlo. En
Navidad y Semana Santa probamos a que tocaran diversos alimentos como el
pan, las galletas o un gajo de naranja. Con una mueca de asco dibujada
en su cara, Mario acercaba su dedito con prudencia, aunque a la postre,
lo máximo que hacía era empujar el gajo o lo que fuera lejos de sí,
hasta que acababa en el suelo.
Visto el poco éxito que
obteníamos, decidimos posponer la alimentación complementaria "sine
die". Seguían desayunando biberón con cereales, comiendo y merendando
-muy bien- los purés de pescado, carne o fruta respectivamente, y
cenando de nuevo biberón con cereales. Cada día lo cargábamos más (sin
llegar a ser papilla), viendo que seguían despertándose por la noche,
sobre todo Álvar, que todas las noches a eso de las 3 reclamaba a grito
pelado su ración extra de biberón.
Hasta que una noche empezaron
los cambios. Lara no se dormía. ¿Serán los dientes?, ¿estará estreñida?,
¿se habrá manchado el pañal?... Lloraba, gritaba y chupaba su trapito
incansablemente, lo normal cuando tiene sueño. La calmamos varias noches
hasta que una de ellas descubrimos cuál podía ser la causa. En nuestra
desesperación, probamos a ofrecerla un poco del yogur que tomábamos de
postre y, para sorpresa nuestra, se lo tragó con avidez, durmiéndose
plácidamente poco después. Así que al día siguiente, antes del biberón
le dimos jamón York. También se lo ofrecimos a Álvar y Mario pero sólo
Álvar, que se apunta a un bombardeo en lo que a comida se refiere, se
sumó al banquete. Durmieron perfectamente. Al día siguiente probamos con
el queso fresco. Luego llegaron la tortilla francesa, el jamón Serrano,
el plátano, el quesito, el yogur natural, las croquetas, el pescado
rebozado, la tortilla de patata... Y así hasta hoy.
Ahora mismo,
pasando ya los 15 meses, Álvar y Lara están acostumbrados a comer
algunas cositas sólidas, aunque más que comer, tragan. Lara me recuerda a
una trituradora de esas que tienen los americanos en los fregaderos. En
cuanto le dejas los trocitos en la bandeja de la trona (si se lo
ponemos en el plato nos lo vuelcan), se pone a comer, llevándoselos a la
boca de forma ininterrumpida. Y si se da el caso que alguno es un poco
grande y se le sale de la boca, extiende la palma y se empuja la comida
hacia dentro, para que no se escape. El quesito, por ejemplo, se lo mete
entero. Si con tan sólo cuatro dientes engulle así, miedo me da
imaginar qué no pudiera comer si tuviera el mismo número de piezas
dentales de Álvar, que en un solo mes le salieron un montón entre
dientes y muelas. Tiemblo cada vez que les doy un cachito con los dedos
porque acercan la cabeza y me los engullen en la boca. Cualquier día me
arrean un "jalisco" de cuidado.
Lara es una tragona que no duda en
robarle la comida a sus hermanos si la tiene a mano, incluso aunque ella
tenga cachitos en su trona. Y si no llega, agarra la trona y la atrae
hacia sí para así poder alcanzar lo que quiere. Bueno, siendo justos,
esto también lo hace Álvar, sobre todo con el queso fresco mientras que
Lara es más de jamón York.
Álvar es muy gracioso porque le gusta
comer las cosas con cuchara, y a veces, es la única forma de que coma.
Le pones (o se pone) un cachito en la cuchara, la coge con la mano
izquierda y "pa dentro". A veces, empuja los cachitos con el dedo hacia
la izquierda donde puede masticarlo mejor con las muelas. No sé si nos
habrá salido también zurdo como Mario pero el caso es que, al menos para
comer, con la izquierda lo hace bien mientras con la derecha tiende a
dar la vuelta a la cuchara y por tanto se le cae. O es zurdo o todavía
no han dado en la guardería lo de la Ley de la Gravedad porque qué
empeño tiene este chaval en mirar hacia abajo, con el desprendimiento
lógico de cualesquier contenido que tenga en la boca.
Para cuando
termine este capítulo igual come hasta Mario. A la envidia de sus
hermanos empezó hace unas semanas a roer la galleta "María" que les
damos a todos después del puré de frutas de la merienda. Casi ningún día
se la acaba, probablemente aburrido de lo despacio que va, pero estamos
muy orgullosos porque comienza a salir de la cerrazón. Yo creo que de
la misma forma que Lara le tiene miedo a andar, Mario lo tiene a
atragantarse. Es como si fuera incapaz de gestionar la comida dentro de
la boca o le diera asco el tenerla dentro. En cuanto tiene algo un poco
duro, y por duro me refiero a un trocín de queso fresco, empieza a dar
arcadas, se atraganta y a veces vomita, sacando fuera lo poco o nada que
haya comido. Cuando además tiene mocos, la cosa se pone mucho peor.
Últimamente
estamos consiguiendo darle minucias de jamón York, Serrano o tortilla,
despacio y metiéndoselo en la boca. Hay días que él solo se ha comido un
quesito, aunque más que morderlo, lo rechupetea y rechupetea hasta que
se deshace en su boca, entre sus dedos, toda su cara y parte del babero
impermeable.
Y es que aún sin estar al día de las últimas tendencias
respecto al cuidado corporal, éstos ya prueban en sus caras una gran
variedad de mascarillas faciales, compuestas por yogur natural, quesito,
purés de fruta, verdura, pescado, pollo, ternera,... Aunque luego
suelen protestar cuando tú, ignorante de sus denodados esfuerzos por
crear nuevos productos, intentas liberales de la costra dura de puré que
se ha formado en sus cejas o cabellos, o del quesito deshecho dentro de
sus orejas.
Eso sí, de momento, todos siguen sin perdonar el
biberón después de la cena, sobre todo Mario que no come como sus
hermanos. Así que mientras Cris les prepara y les da la cena, yo suelo
hacer los biberones, siempre de espaldas a ellos. Es vital que no me
vean con un biberón en la mano porque en cuanto lo ven, ponen punto y
final a lo que estuviesen haciendo (comer o jugar) y se ponen a llorar y
a chillar como si les matáramos de hambre.
Ya se lo toman solos aunque nosotros se lo levantamos un poco para que la tetina esté siempre llena.
Hasta
no hace mucho, cuando se lo terminaban, entraban en un estado como de
borrachera, a medio camino entre la euforia y el mareo. Todos mostraban
una sonrisa algo desencajada pero cada uno actuaba de forma distinta: a
Lara le daba por girar el bibe una y otra vez, pensando quizá en cómo
antes estaba lleno y ahora vacío; Álvar, a reir y parlotear en su
particular idioma; y Mario, en silencio, se limitaba a mirar el biberón,
con esos ojos que ponen los borrachos cuando se esfuerzan en parecer
concentrados.
En la revisión de los 15 meses, el pediatra nos
aconsejó empezar a darles la leche en vaso, pero yo creo que estamos
todavía lejos de eso. Ya tenemos bastante con que no vuelquen sus tazas
con agua, porque más que beber, les gusta hacerlas gotear sobre la trona
y esparcir el agua con los dedos.
En 3 meses o menos dejarán la
leche de continuación y les daremos leche "normal", o igual antes,
dependiendo de qué opción tenga mejor relación calidad/precio. Para
entonces, ójala ya coman todos, aunque eso signifique dedicar a las
comidas, el escaso tiempo que habíamos conseguido entre toma y toma.
guille
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