martes, 2 de julio de 2013

A comer...

¿Cuándo comenzar con la alimentación complementaria? El pediatra te dice algo, en internet hay páginas y páginas hablando de ello, otras madres te cuentan su experiencia... En nuestro caso, más que decírnoslo, nos lo gritaron.

Hacia los 12-13 meses empezamos con el yogur natural. Será el más sano pero yo, particularmente no lo soporto, así que entiendo que los niños nos lo echaran para atrás. Con el de sabores tuvimos algo de más suerte, aunque Mario ya comenzaba a retirar la boca, a arrugar la nariz en cuanto le acercábamos la cuchara o a dar arcadas si le manchábamos los labios con yogur.

Mario es muy reacio a probar nuevas cosas. No es como Álvar o Lara que pueden poner mala cara pero que lo prueban. Es que ni tocarlo. En Navidad y Semana Santa probamos a que tocaran diversos alimentos como el pan, las galletas o un gajo de naranja. Con una mueca de asco dibujada en su cara, Mario acercaba su dedito con prudencia, aunque a la postre, lo máximo que hacía era empujar el gajo o lo que fuera lejos de sí, hasta que acababa en el suelo.

Visto el poco éxito que obteníamos, decidimos posponer la alimentación complementaria "sine die". Seguían desayunando biberón con cereales, comiendo y merendando -muy bien- los purés de pescado, carne o fruta respectivamente, y cenando de nuevo biberón con cereales. Cada día lo cargábamos más (sin llegar a ser papilla), viendo que seguían  despertándose por la noche, sobre todo Álvar, que todas las noches a eso de las 3 reclamaba a grito pelado su ración extra de biberón.

Hasta que una noche empezaron los cambios. Lara no se dormía. ¿Serán los dientes?, ¿estará estreñida?, ¿se habrá manchado el pañal?... Lloraba, gritaba y chupaba su trapito incansablemente, lo normal cuando tiene sueño. La calmamos varias noches hasta que una de ellas descubrimos cuál podía ser la causa. En nuestra desesperación, probamos a ofrecerla un poco del yogur que tomábamos de postre y, para sorpresa nuestra, se lo tragó con avidez, durmiéndose plácidamente poco después. Así que al día siguiente, antes del biberón le dimos jamón York. También se lo ofrecimos a Álvar y Mario pero sólo Álvar, que se apunta a un bombardeo en lo que a comida se refiere, se sumó al banquete. Durmieron perfectamente. Al día siguiente probamos con el queso fresco. Luego llegaron la tortilla francesa, el jamón Serrano, el plátano, el quesito, el yogur natural, las croquetas, el pescado rebozado, la tortilla de patata... Y así hasta hoy.

Ahora mismo, pasando ya los 15 meses, Álvar y Lara están acostumbrados a comer algunas cositas sólidas, aunque más que comer, tragan. Lara me recuerda a una trituradora de esas que tienen los americanos en los fregaderos. En cuanto le dejas los trocitos en la bandeja de la trona (si se lo ponemos en el plato nos lo vuelcan), se pone a comer, llevándoselos a la boca de forma ininterrumpida. Y si se da el caso que alguno es un poco grande y se le sale de la boca, extiende la palma y se empuja la comida hacia dentro, para que no se escape. El quesito, por ejemplo, se lo mete entero. Si con tan sólo cuatro dientes engulle así, miedo me da imaginar qué no pudiera comer si tuviera el mismo número de piezas dentales de Álvar, que en un solo mes le salieron un montón entre dientes y muelas. Tiemblo cada vez que les doy un cachito con los dedos porque acercan la cabeza y me los engullen en la boca. Cualquier día me arrean un "jalisco" de cuidado.
Lara es una tragona que no duda en robarle la comida a sus hermanos si la tiene a mano, incluso aunque ella tenga cachitos en su trona. Y si no llega, agarra la trona y la atrae hacia sí para así poder alcanzar lo que quiere. Bueno, siendo justos, esto también lo hace Álvar, sobre todo con el queso fresco mientras que Lara es más de jamón York.
Álvar es muy gracioso porque le gusta comer las cosas con cuchara, y a veces, es la única forma de que coma. Le pones (o se pone) un cachito en la cuchara, la coge con la mano izquierda y "pa dentro". A veces, empuja los cachitos con el dedo hacia la izquierda donde puede masticarlo mejor con las muelas. No sé si nos habrá salido también zurdo como Mario pero el caso es que, al menos para comer, con la izquierda lo hace bien mientras con la derecha tiende a dar la vuelta a la cuchara y por tanto se le cae. O es zurdo o todavía no han dado en la guardería lo de la Ley de la Gravedad porque qué empeño tiene este chaval en mirar hacia abajo, con el desprendimiento lógico de cualesquier contenido que tenga en la boca.

Para cuando termine este capítulo igual come hasta Mario. A la envidia de sus hermanos empezó hace unas semanas a roer la galleta "María" que les damos a todos después del puré de frutas de la merienda. Casi ningún día se la acaba, probablemente aburrido de lo despacio que va, pero estamos muy orgullosos porque comienza a salir de la cerrazón. Yo creo que de la misma forma que Lara le tiene miedo a andar, Mario lo tiene a atragantarse. Es como si fuera incapaz de gestionar la comida dentro de la boca o le diera asco el tenerla dentro. En cuanto tiene algo un poco duro, y por duro me refiero a un trocín de queso fresco, empieza a dar arcadas, se atraganta y a veces vomita, sacando fuera lo poco o nada que haya comido. Cuando además tiene mocos, la cosa se pone mucho peor.
Últimamente estamos consiguiendo darle minucias de jamón York, Serrano o tortilla, despacio y metiéndoselo en la boca. Hay días que él solo se ha comido un quesito, aunque más que morderlo, lo rechupetea y rechupetea hasta que se deshace en su boca, entre sus dedos, toda su cara y parte del babero impermeable.
Y es que aún sin estar al día de las últimas tendencias respecto al cuidado corporal, éstos ya prueban en sus caras una gran variedad de mascarillas faciales, compuestas por yogur natural, quesito, purés de fruta, verdura, pescado, pollo, ternera,... Aunque luego suelen protestar cuando tú, ignorante de sus denodados esfuerzos por crear nuevos productos, intentas liberales de la costra dura de puré que se ha formado en sus cejas o cabellos, o del quesito deshecho dentro de sus orejas.

Eso sí, de momento, todos siguen sin perdonar el biberón después de la cena, sobre todo Mario que no come como sus hermanos. Así que mientras Cris les prepara y les da la cena, yo suelo hacer los biberones, siempre de espaldas a ellos. Es vital que no me vean con un biberón en la mano porque en cuanto lo ven, ponen punto y final a lo que estuviesen haciendo (comer o jugar) y se ponen a llorar y a chillar como si les matáramos de hambre.
Ya se lo toman solos aunque nosotros se lo levantamos un poco para que la tetina esté siempre llena.
Hasta no hace mucho, cuando se lo terminaban, entraban en un estado como de borrachera, a medio camino entre la euforia y el mareo. Todos mostraban una sonrisa algo desencajada pero cada uno actuaba de forma distinta: a Lara le daba por girar el bibe una y otra vez, pensando quizá en cómo antes estaba lleno y ahora vacío; Álvar, a reir y parlotear en su particular idioma; y Mario, en silencio, se limitaba a mirar el biberón, con esos ojos que ponen los borrachos cuando se esfuerzan en parecer concentrados.

En la revisión de los 15 meses, el pediatra nos aconsejó empezar a darles la leche en vaso, pero yo creo que estamos todavía lejos de eso. Ya tenemos bastante con que no vuelquen sus tazas con agua, porque más que beber, les gusta hacerlas gotear sobre la trona y esparcir el agua con los dedos.

En 3 meses o menos dejarán la leche de continuación y les daremos leche "normal", o igual antes, dependiendo de qué opción tenga mejor relación calidad/precio. Para entonces, ójala ya coman todos, aunque eso signifique dedicar a las comidas, el escaso tiempo que habíamos conseguido entre toma y toma.

guille

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