martes, 29 de enero de 2013

POSPARTO: Noelia


Cuando desperté de la anestesia y me llevaron a la habitación, no sabía muy bien qué pasaba, mi marido me enseñó las fotos de mis bebés entre lágrimas.

Esa misma tarde las enfermeras me trajeron un sacaleches y me dijeron que lo mejor que podía hacer por ellos era que empezaran a tomar leche materna lo antes posible.

No conseguí levantarme de la cama hasta las 36 horas después, hasta ese momento no había visto a mis bebes, estaban llenos de cables, cabían en la palma de mi mano. Estuvieron 40 días en la incubadora creciendo poco a poco. Cada semana el pediatra me decía todo lo que habían superado, estaban fuertes e iban creciendo.

Al sexto día de la cesárea, me dieron el alta. Cada tres horas me sacaba leche de día y de noche, ponía el despertador por la noche para que no me saltara ninguna toma, conseguía mas de 1 litro de leche diario. No sé cuánta leche pude congelar, ya que tan pequeñitos comían poquísimo.

Fue un tiempo muy duro, tenía a mis dos mayores en casa y a mis pequeños en neonatos. ¿Cómo llevas una casa de dos niños pequeños con lo que implica, teniendo a tus dos bebés ingresados? No podía agotarme, sabía que lo peor estaría cuando les dieran el alta. Todos los días llevaba a mis niños mayores al colegio y esperaba que dieran las 11:00 de la mañana que me dejaban entrar en la UCI, cogía a mis bebés (practicamos el método canguro), había días que no paraba de llorar durante todo el tiempo, otras me quedaba dormida, otras simplemente disfrutaba de tenerlos conmigo viendo cómo se superaban día tras día.

A la una y media me iba a recoger a los mayores del colegio y la guardería, y terminar la tarde con ellos, esperando que llegase de nuevo el día siguiente a las 11:00 y poder coger a mis bebés en brazos.

Una mañana cuando llegué el pediatra me pasó a su despacho, “ya pesaban dos kilos y podían irse a casa”. Como estaba yo sola, decidimos esperar que el padre llegase de trabajar para poder recogerlos. Recuerdo la sensación que tuve cuando llegamos a casa y por fin tenía a todos mis hijos juntos.

Lo que vino a continuación, os lo podéis imaginar: 16 biberones diarios para los bebés más la comida de los mayores. Pañales de dos bebés pequeños y un bebé de 20 meses, continuaba sacándome leche cada tres horas, (por las noches mientras mi marido les daba el biberón yo me sacaba leche). Durante cuatro meses no recuerdo haber dormido más de una o dos horas seguidas.

Un día mi hijo mediano Álvaro se puso a llorar desconsoladamente. Estaba sacándome leche y no podía consolarlo, corrió hacia mí, me arrancó el sacaleches de las manos y lo tiró al suelo, dándome un abrazo muy fuerte. Ese fue el último día que me saqué leche.

A la semana de salir de la incubadora, nos dijeron que uno de nuestros bebés probablemente tenía la fontanela cerrada. A todo lo anterior hay que añadir la incertidumbre de si está enfermo o no nuestro bebé. Al mes y medio de darnos el alta volvimos a la UCI neonatal, a mi bebé le habían operado de la cabeza y le habían abierto las fontanelas de manera artificial.

El cansancio de esa época es indescriptible, no creo que nadie que no lo haya vivido se lo pueda imaginar, levantarte día tras día, totalmente agotada, sin saber en qué momento podrás descansar.

No tuve mucha ayuda de mi familia, porque no quería la ayuda que ellos me querían ofrecer. Querían organizar mi vida y mi casa y siempre he sido muy independiente. Contraté una señora para que me limpiara la casa, por lo que solo tenía que dedicarme a los bebés, que no es poco, pero una vez que coges la rutina, parece hasta fácil. Cuando tuve que empezar a trabajar, no sabía cómo me podía dar tiempo de hacer todo lo que hacía, pero la verdad es que muchos días lo necesitaba para evadirme de los niños, la comida, la ropa, la casa, el marido, y todo lo que no me dejaba respirar, aunque fuesen toda mi vida.

Noelia


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