martes, 29 de enero de 2013

Difícil ponerse a escribir...

(Nota. Este texto lo escribí hace meses pero me parecía necesario incluirlo para que no existiese un salto temporal demasiado extenso. Siento mucho que sea tan largo).


...cuando hace ya, no semanas, sino meses desde la última vez. Y es que a la falta de ganas, o de fuerzas mejor dicho, se le suma sobre todo la falta de tiempo. Ya no hay tiempo para nada que no sean los niños. Sí es verdad que, en cierto modo, estos pequeños retazos de la vida que colecciono -en parte para vosotros y en parte para mí-  sí pertenecen un poco a ese universo, pero tampoco hay tiempo para ello. Más si cabe cuando los cambios se producen casi de día en día, con lo que lo que escribí hace una semana, hoy ya ha quedado desfasado.

Fue en octubre cuando iniciaron la guardería, después de un largo y dubitativo debate sobre coger a una persona para casa o no. La verdad es que es un "cristo" para llevarlos y traerlos. Se suelen despertar entre las 6 y 7 y algo, a veces con hambre y a veces no. Sea como sea, Cris los va vistiendo y dejando en una especie de corralito que hemos puesto en el salón, gracias a la generosidad de otra family numerosa con la que contactó Cris. Luego mete a Mario y a Álvar en la silla, y a Lara -que pesa 1 kilo menos- en una mochila, los mete en el ascensor, plegando eso sí un poco la silla (con los niños dentro) y para el coche. Dos atrás, uno adelante y a la guardería. Allí, encima de la acera, los baja con celeridad uno por uno a la guardería. Y sin entretenerse porque aún tiene que acercar el coche a la zona del metro para ir ella hasta su trabajo y para que yo, cuando salga de currar, tenga el coche cerca para ir a por ellos, coche encima de la acera, atarlos dentro del coche, vuelta para casa, destatarlos, sacar la silla, atarlos, Lara en la mochila, al ascensor y para casa. Y sin contemplaciones que llega pronto la hora de la merienda, y me tiene que dar tiempo a comer a destajo porque si no, igual no como hasta las 6, una vez se han conseguido dormir. Y eso si no hay incidencias, como que alguno no quiere comer o alguno vomita dentro de su cuna... Entonces, la tarde se hace aún más corta porque el tiempo que dispongo para recoger la casa se reduce aún más.
Cris regresa como muy pronto a las 6 y media. Por delante, unas pocas horas para disfrutar con los peques, un poco de juego, los baños (cuando podemos, o mejor dicho, cuando no están en exceso hambrientos o dormidos porque si es el caso, comienza el lloro incesante sin ninguna posibilidad de calma), los biberones y a dormir en torno a las 9. Entonces, empieza nuestra vida... hacer la cena, la comida del día siguiente, preparar su ropa, la nuestra, limpiar los biberones, los baberos, etcétera, etcétera, etcétera, y a la cama prontito a ver si podemos dormir varias horas seguidas.

Lara sí nos lo permite. Es muy raro que llore por la noche a no ser que la pase algo. Pero los chicos no tienen el mismo ritmo nocturno que Lara, sobre todo Álvar que es un sindios. Afortunadamente parece que va entrando y vereda y ya duerme mejor. Porque hasta unas pocas semanas, se despertaba sobresaltado entre 6 y 8 veces los mejores días y hasta 20 las peores. Generalmente, basta con ponerle el chupete, pero a veces hay que cogerlo y mecerlo y esperar a que se duerma para tumbarle en la cuna otra vez. Y en torno a las 3, prepararle un biberón antes de que sus chillidos despierten a todo el vecindario. Por lo que de este chico no son gritos. Tiene un tono agudísimo. Cualquier día le apuntamos a oposiciones para el Cuerpo de Bomberos, pero no para bombero sino para sirena.

Mario, si llora por la noche, es porque también se le ha salido el chupete de la boca o no lo encuentra a mano porque ya sabe metérselo en la posición correcta. Con todo lo que se mueve, para arriba, para abajo de la cuna, lo raro es que tenga el chupete dentro de la boca. Ahora ya es capaz de ponerse de pie si tiene un punto de apoyo por lo que le cuesta más dormirse; prefiere mirar por encima de la barandilla a las cuñas de sus hermanos y cuando se cansa, mirar de sentado, de tal forma que a veces nos lo encontramos dormido, con la cara apoyada en las tablillas.

Lara no presta ninguna atención al chupete; prefiere sobre todas las cosas la mantita muñeco que su tía Angelines le regaló. Se mete uno de los rabitos con nudos en la boca y, como si fuera una gaita, chupa que te chupa hasta que se duerme. Tiene los pobres rabos machacados y de un color... Digamos que como el vino, el color ha ido madurando, a fuerza de ir incorporando alimentos a su dieta. Cada día que lo lavamos es un "quejío" continuo a la hora de dormir.

Ahora mismo, desayunan leche de continuación, comen purés de verduras con carne, pollo o pescado, meriendan frutas (combinaciones de 2 frutas a elegir entre naranja, pera, manzana y plátano), y cenan leche con cereales. A veces también les damos galleta María. El primer día que se la dimos no sabían qué hacer con ella. Lara, muy práctica ella, la agitó y como no hacía ningún ruido la soltó. Al final optamos por metérsela un poco en la boca. Y ahí se quedaron, impasibles ellos. Parecían las tribus esas que llevan encajado un plato en los labios.
Días después, a Mario le sigue sin hacer ninguna gracia, pero Álvar y Lara sí que la mordisquean y trocean entera, con gran empeño por su parte. Lo de comerla no lo tengo tan claro. Me recuerdan a Triki, el monstruo de las galletas.

Con todo, de momento todo marcha bien en la guardería. Tenía miedo de que fueran los más peques y que acabaran pisoteándolos los demás niños, pero realmente son de los más grandes, incluso más que algún niño con más tiempo que éstos. De los tres, Lara es la que se ha ganado el corazoncito del personal de la guardería. Normal, Lara siempre sonríe. Es muy raro que se enfade y a quien le hace una mínima carantoña, le suelta una sonrisa sincera, acompañada de una mirada dulce y confiada, y siempre fija. Llegará lejos. La gente que va por el mundo con una sonrisa por delante, ya tiene media partida ganada.
Álvar se ganó la fama de protestón y Mario no para, más si cabe ahora que intenta ponerse de pie continuamente.
Hoy por hoy son la alegría de la huerta. Siempre están muy contentos y alegres. Aunque no tienen pegas para relacionarse con los demás, sobre todo Mario que es muy extrovertido, lo usual es que suelan estar siempre juntos.

La casa ha cambiado bastante de un tiempo para acá. El hall es ahora un almacén de pañales y leche, aparte de un aparcamiento para la silla gemelar. En el resto del pasillo se suceden, una tras otra, las hamacas. El estudio lo compartimos con el cambiador, una silla individual debajo de una de las mesas y un andador. La estantería que un día, no hace mucho, estaba repleta de páginas y páginas, hoy está invadida por bodys, pantalones, camisetas, jerseys y algunos escasos libros y libretas de anillas que sobreviven a duras penas, para delicia de los deditos de los peques a los que les encanta enredar con ellos mientras estamos cambiándolos. Espero que su gusto inicial por cogerlos y chuparlos desemboque luego en querer leerlos.

Ya han empezado a gatear o algo parecido. De momento, Mario es el único de los tres que se mueve con facilidad.  No llega a gatear pero sí a arrastrarse con gran soltura. Lara está empezando a "oruguear", como decimos nosotros, aunque su desplazamiento habitual es del tipo "croqueta", media vuelta para un lado, media vuelta para otro, poco a poco se va moviendo, sin un destino fijo, pero se mueve.
Álvar, sin embargo, aunque tiene el mismo peso que Mario y, quizá más altura, es incapaz de avanzar. Como su hermano, él levanta la cabeza, estira los brazos, hinca las manos en el suelo, levanta el culo pero... en vez de avanzar hacia adelante, lo hace hacia atrás, con el consiguiente rebote por su parte que ve cómo, tras cada titánico esfuerzo, se aleja cada vez más de su objetivo. A veces intento ayudarle, hacerle comprender cómo ha de coordinar brazos y piernas, con fracaso mutuo, por supuesto. Es una cosa que ha de aprender él solo.

Aún así, cada uno progresa de una forma distinta. Así, Álvar ha sido el primero en parlotear de una forma distinta (sí es verdad que Lara "habló" antes que nadie pero era como si masticara las sílabas). Lleva varios días tatatataitatataitata, aderezado con otras "sílabas" indescifrables, que me hacen dudar de si en la guarde les hablan en euskera o en árabe. Mario está empezando también con este lenguaje que solo ellos deben comprender. A veces les respondemos intentando imitarles y nos miran sorprendidos, como si dirían, pero qué hacen haciendo el tonto, que así no os entendemos.
Mario es el campeón de velocidad en el suelo. En la guarde se recorre toda el suelo, y en esos paseos, si se encuentra con el andereño (la monitora), le suelta los cordones de las zapatillas. El día que se nos despiste la tutora, se mete un estacazo de cuidado.

Álvar es el que mejor y durante más tiempo se mantiene sentado, que es el objetivo a cumplir en las próximas semanas. Se mantiene enguido por más tiempo y sin balancerse, como hace Lara, que en unos segundos, se escora de uno de los lados y acaba de nuevo tumbada, o Mario que directamente se tira de cabeza a la alfombra.

Lara, entre otras cosas, se caracteriza por ser una auténtica ladrona de chupetes. Es una cosa curiosa porque no le gustan. Solo conseguimos ponérselo cuando está muerta de sueño o de hambre. Eso sí, como vea un chupete por ahí suelto o pinzado en la ropa de sus hermanos, y esté a su alcance, allá va ella a arrancárselo, aunque sea de la misma boca de sus hermanos. Lo coge y lo ondea al viento como si de un trofeo se tratara. Pero aparte de ser una hábil ladronzuela, Lara es la única capaz de sostener un biberón pequeño entre sus manos y tomárselo ella sola. Sus hermanos, más vaguetes o menos habilidosos, toman el biberón con los brazos extendidos como hace Mario, o aferrándose a él como si fuéramos a quitárselo como hace Álvar.

A veces, cuando Álvar se agarra así a los biberones, pensamos que le matamos de hambre, a pesar de que es con diferencia el que más y mejor come de los tres. No le hace ascos a nada, ni la leche, ni el puré ni las frutas. Es un pozo sin fondo. Sin embargo, Lara y Mario tienen sus más y sus menos con las frutas y los purés respectivamente, aunque los últimos parece que se van corrigiendo. Mario, con cierta razón. Estuvo varios días malito. Bueno, todos lo hemos estado. Ha pasado por casa esa gastroenteritis que ha pillado todo el mundo, con diarreas, vómitos, fiebre y demás. Si a eso le juntamos los mocos, pues el pobre estaba fatal. Estuvo varios días vomitando mocos, mocos y mocos, y también los bibes y los purés, de tal forma que fuimos más permisivos y le dábamos más leche que otros alimentos. Claro, cuando se le ha pasado, y ha vuelto a la dieta de más purés y menos leche, ha dicho buaaaaaaa, quiero leche. Y así buaaaaa tras buaaaa varios días hasta que ha comprendido que tocaba puré en vez de leche, y que si se tomaba todo y aún tenía hambre, venía la leche de postre.
El caso es que las pequeñas rutinas que vamos creando, el comer los purés o las frutas medianamente bien, se rompen en mil pedazos con cosas a veces tan tontas como el cambio de hora, que trastoca sus horarios, o con cosas menos tontas como la fiebre o los mocos. Estos siguen en nuestra vida, ahora aderezados con una tos no productiva que deja casi roncos a los niños, sobre todo a Mario y Álvar, bueno y también a Cris y a mí. Me parece que esto no lo soltamos hasta el verano que viene. Empezamos también con el tratamiento habitual para los mocos que no es otro que meterles suero por la nariz para ablandárselos y luego aspirarlos. Es por su bien, pero los gritos que pegan son desgarradores. Aunque a veces, cuando se lo haces, te miran como agradecidos. O al menos, así lo hace Lara que se queda todo tranquilita y puede dormir todo relajada.

El momento de las comidas ha ganado en agilidad. Hemos pasado de darles de uno en uno a los tres a la vez. Les ponemos en sus hamaquitas, les atamos un babero, encima un segundo de plástico, tipo chubasquero que les tapa cuerpo y brazos, y les vamos dando, sentados nosotros en unos taburetes pequeñitos del Ikea, dos cucharadas al que tengo enfrente, y una para el del medio, y Cris lo mismo. Cuando Cris ha estado sola, pues más o menos igual pero con más trabajo, un solo cazo y una cucharada para cada uno. Si uno no quiere, pierde el turno y se pasa al siguiente. Que sigue sin querer o berrea, pues chupete al canto hasta que se tranquilice. En cuanto sepan estar sentados, montaremos las tronas, ganando así en comodidad para nosotros porque los taburetes te matan la espalda. Lara come sin rechistar y sin apenas mancharse. Cuando deja de abrir la boca, todavía puedo meterle algo si le canto un poco (qué majicos, que no les importa nada lo mal que canto) hasta que llega un momento que la tía se huele el truco y cierra la boca a tocateja, y ni risas, ni canciones ni nada. Últimamente ha descubierto el hacer "pedorretas" con la boca, recurso que aún no tenemos claro su significado. A veces es por juego, por simple disfrute, pero a veces también lo hace cuando se despierta por la mañana con mucha hambre, o cuando no quiere más si le estamos dando de comer.
Por su parte, Álvar se tira a por la cuchara poniéndose todo perdido, y si te retrasas un poco en el turno, comienza a chillar. Lo malo es que no traga como Lara que lo hace limpiamente, sino que me saca siempre la mitad de lo que le meto, lo que ralentiza el turno y desespera al siguiente. Y Mario no deja de mover las manos, llevándoselas a la boca, con lo que igualmente se pone perdido, él, el chubasquero, el pijama, la hamaca y tú mismo, si te descuidas.

Por otro lado, el número de comidas también se ha reducido. De las doce tomas (cada uno) con las que empezamos a solo cuatro o cinco, va un trecho largo. Eso nos permite además tener algo más de tiempo entre una toma y otra, y dormir algo más por las noches. Como hace unas semanas más o menos. Ya nos las creíamos felices cuando empezaron a dormir toda la noche. Fueron apenas cinco días, pero nos supieron a gloria. Eso sí, nos enfadamos un poco cuando de nuevo regresamos a la rutina de tener que levantarnos varias veces por la noche. En el mejor de los casos, los sueños no superan las tres horas, un desgaste físico y emocional importante.

Ahora mismo, Lara y Mario duermen prácticamente toda la noche de seguido, pero Álvar se sigue despertando para comer. Aunque los últimos días la fiebre ha llegado a nuestras vidas y ya nadie duerme por la noche. Es desesperante, porque cuando calmas a uno, se despierta otro, y luego cuando duermes al anterior, se despierta el primero. O se despiertan dos al mismo tiempo, o tres… Entonces me acuerdo de la gente que nos encontramos por la calle y nos dice la suerte que tenemos porque parecen muy buenos, que si fueran como el suyo, el trabajo que les da y blablablabla. Ya... Dejando aparte cuestiones educativas, genéticas, sociales o filosóficas, por una cuestión objetiva y puramente matemática, tres niños dan más trabajo que uno solo.

Salud!

guille

1 comentario:

  1. Hola, papá de trillizos. Aquí una mamá de trillizos.
    Los míos cumplen 7 años pasado mañana y la verdad es que te leo y me entra una ternura tremenda. Conozco tan tan tan bien todo lo que cuentas...esos malabares que hacemos para poder llegar a todo . ¡Pero si solo con sus necesidades más básicas ya hay para un día entero x hijo! Es una locura, pero es nuestra locura, es nuestra crianza, son nuestros hijos y, la verdad, los míos se han criado genial, son felices como perdices y lo único que les falta es un poco más de tiempo de sus padres. Es lo único que me da rabia, no poderme desdoblar a veces y dedicarles más tiempo por separado. Por lo demás, mis hijos y todo lo que les rodea, me parece lo mejor del mundo.Todo este esfuerzo, que lo es hasta límites que solo los padres de trillizos lo sabemos, se transforma en grandísimas sonrisas cada vez que los ves jugar juntos, charlar de sus cosas y, en definitiva, vivir felices.
    Abz.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...