lunes, 11 de junio de 2012

EMBARAZO MÚLTIPLE: Verónica - Me cambiaron los gustos totalmente.


Después de la maravillosa noticia del embarazo y de que fueran además 2… mi embarazo, a nivel general, fue muy bueno, vamos, casi de libro… Sí que es verdad, que hasta la semana 11 tuve manchados intermitentes y te quedas con el no saber si sigue el asunto para delante o qué. Pero bueno, no tuve vómitos ni mareos, ardores sí, cosa que controlaba comiendo poquito cada 2 horas y media o 3. 

Lo gracioso fue que me cambiaron los gustos totalmente. De repente, deje de tomar café con leche, volví a mis desayunos infantiles con cola-cao, casi comía por obligación, porque eso sí: unos ascos a la comida terribles, a los olores, no podía cocinar, con lo que me gusta, así que gracias a Dios  que mi marido estaba en paro, cocinaba él. Ah sí, se me olvidó comentarlo: se quedó en paro a los pocos días de hacerme la FIV, así que por eso supimos que estábamos embarazados desde el primer día, porque decíamos, ahora que te has quedado sin trabajo, ahora seguro que nos embarazamos. Lo bueno que al ser de 2, nos lo tomamos como una buena noticia, porque manos nos harían falta. 

El caso es que un día mi pobre marido me llama a comer, yo iba a mesa puesta, porque no podía soportar estar en la cocina oliendo mientras cocinaba, me siento y en mi plato aparece una hamburguesa con una pinta “deliciosa”, comienzo a comer y se me caen las lágrimas, mi marido asustado, pregunta qué me pasa y yo no puedo parar de llorar. Como una pinchada, pausa eterna, como otra y sigo llorando, al final mi marido se levanta, viene a mi lado: ¿cariño, que te pasa? Y yo a moco tendido: ¡Que no me gusta la hamburguesa, bua, bua, bua!. Y mi pobre marido, desesperado y flipando por la situación, empieza a partirse la caja. Así que imaginaros que estampa, marido riéndose y esposa llorando porque no le gusta la hamburguesa.
En fin, así todo el embarazo, con los gustos cambiados, con lo que me gustaba el pescado, será que el cuerpo es sabio y sabía que necesitaba carne, porque apenas podía comer pescado, ni qué decir con limpiarlo, olerlo, verlo cocinar … imposible.

Al final del embarazo se me hincharon los pies, pero bueno era lo único así “malo”, pero qué voy a esperar si di a luz en la semana 39… imaginaros cómo estaba. Engordé en total 18 kilos, no son tantos, la verdad, físicamente era todo tripa, me quedé chupada de cara, con las tetas consumidas, sí… la verdad, no cambié de sujetadores en todo el embarazo, ni después, “cosa rara”,  ¿no? Estuve ágil hasta el final, vivo en un 3º sin ascensor y paseaba a diario, cogía el pan y como mucho 4 manzanas. Eso sí, me cuidaron muchísimo, nada de tareas de casa, ni hacer la cama, como él estaba en paro… así que como me decía mi gine: vida de reina.

Momentos preciosos, muchos: cuando nos dijeron el sexo de los bebes, 2 niñas, cuando estás con tu marido eligiendo nombres, haciendo listas, nosotros hacíamos combinaciones a ver cómo quedan escritos los 2 juntos, esas ecografías en las que les ves las caritas, esas noches en las que no puedes dormir porque las niñas están de fiesta… jajaja. Además, mi marido sentía cómo pataleaban en el colchón desde mi tripa, cómo va cambiando tu cuerpo, lo increíble que es que la piel de una se estire tanto, cómo se te hinchan los pies (gracias a Dios, último mes), eso sí: foto para recordarlo y poder comparar: pie normal - pie hinchado.
Momentos malos, pocos, en mi caso, la incertidumbre del principio de si saldrán adelante los dos, cuando te haces la amniocentesis hasta que te dan el resultado.

Increíblemente el miedo al parto que se tiene cuando no estás embarazada, desaparece cuando una lo está, al menos en mi caso, no sé… será que me llené de paz interior y cuando llegó el momento estaba serena, feliz y llena de vida, pero ésto lo dejamos para otro relato.

Verónica.

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