Pues eso parece. Pero que no venga ahora ningún gracioso a apagármela, ¿eh?
Parte de enfermería:
- A mi madre nos la devuelven mañana, y aunque estará a medio gas, es un gran consuelo para todos; al menos ya no estaremos hospital arriba, hospital abajo, que aunque lo tenemos cerquita quieras o no es un lío. Eso sí, conociéndola, habrá que atarla a la pata de la cama para que no se líe a fregar los suelos con lejía o limpiar la lámpara del comedor. Quizá le confisquemos las gafas; ya se sabe: ojos que no ven, mierda que no se saca (con perdón).
- conjutivitis de Rubén y Óscar: pronto acabamos, esto está chupao.
- varicela de Rubén: está siendo muy leve, lo justo para fastidiar la guardería toda la semana. Ya se le empiezan a secar los granitos. Estamos a la expectativa de cómo será la de Óscar, que caerá fijo como buen hermano mellizo.
- otitis de mami: BIEEEN! Ya no supura, y ya casi no necesito trompetilla. Acabaremos los antibióticos y a otra cosa, mariposa.
- dislocación de papá: ha pasado lo gordo... hasta la próxima. Empieza el peregrinaje del traumatólogo al cirujano pasando por el de cabecera.
Ayer fue el punto de inflexión. Volvió mi marido de Madrid y yo me volví con los niños a casa. Cómo le echaba de menos! Y eso que no lo estrujé todo lo a gusto que hubiera querido, porque tal y como tiene el hombro igual lo desmonto otra vez. Si es que es lo que él dice: lo mío es lo más parecido a estar casada con un Click de Famobil.
También echaba de menos mi cama, y los niños también. Aunque por la tarde dieron toda la guerra que quisieron y un poquito más, al llegar la hora de dormir no dijeron ni mu. Yo estaba absolutamente reventada pero feliz de que todo pintara mejor, y eso que no paré hasta bien pasadas las once de la noche (prepara cena, recoge cocina y ropa, cocina para el día siguiente, etc), en que entré directamente en coma en cuanto pillé la almohada.
Y no voy a obviar una cosa: el día de ayer empezó mejor gracias a las buenas noticias que corrían por esta lista, en especial las de Elena y Luis. Muchas gracias, porque la cuesta se me hizo un poquito menos cuesta arriba. Y lo de escribir, de verdad que en buena parte es pura terapia. No soy una santa y a veces exploto, como todo el mundo. Escribir me ayuda a reflexionar, y no hay nada mejor que reflexionar para intentar identificar los fallos y buscarle soluciones. Y buscarle la chufla a la situación también es la mejor manera de sobrellevarlo porque... se trata de sobrevivir, ¿no?
Toñi
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