Durante la baja laboral que tuve por mi embarazo de
riesgo, tuve tiempo más que sobrado para leer todo lo habido y por haber
referente a embarazos múltiples, crianza, lactancia, etc. Yo había sido lo
suficientemente “hembrota” como para haber concebido a dos hijos, como mi
abuela. Y como ella (y como tantos manuales, blogs y artículos sobre el tema),
iba a tener un parto vaginal fácil y una lactancia materna satisfactoria. Me lo
tomé muy en serio. Iba a tener que luchar contra viento y marea con todos los
“¡loca, con dos!” que me iba a decir todo el mundo respecto a dar el pecho. Y
por más que me dijeran, con buena fe, que no me cerrara tanto de mente, que las
cosas a veces no salen como una querría, me lo tomaba como una especie de
“agresión” a mis capacidades maternales. Como si el parto vaginal y la teta, por
sí solos, determinaran por siempre jamás el tipo de madre que vas a
ser.
La cosa se torció cuando me cayó encima la cesárea. El
sofocón en el hospital fue de órdago, es como si se cuestionara mi feminidad… Es
absurdo, pero ese sentimiento existe, y sé muy bien que no soy la
única.
Tenía todo en contra: parto múltiple, prematuridad,
cesárea, falta de contacto inmediato con los niños… y mi enfermedad, que, como
ya conté, vino después del parto a poner en riesgo mi propia vida. Pero fue una
cosa muy paulatina. Yo recuerdo mi obsesión por ponerme en contacto tan pronto
como fuera posible con mis hijos. Tenía que hacer el método canguro, tenía que
ponerlos a la teta, tenía que estar todo el tiempo posible con ellos, tenía,
tenía, tenía…
Tenía unos dolores terribles (la infección de la
herida, sin duda). Tenía unos niños sin apenas fuerzas para agarrarse al pecho.
Tenía una tensión terrible conmigo misma para exprimirme con el sacaleches
cuando no podía estar con ellos. Tenía fiebre cada noche que me dejaba extenuada
durante el día. Tenía medicación en vena que me impedía estar con los peques
todo lo que quería. Tenía una frustración terrible porque cuando conseguía
llegar a 30ml (lo justo para UN niño)… resultaba que ya tomaban 45ml: no los
atrapaba nunca. Para colmo, tenía el convencimiento de que todos estos
inconvenientes no hacían más que dificultar la lactancia, con lo cual, encima,
me culpabilizaba a mí misma.
Salí del hospital hecha una pena, física y
psicológicamente; no me quedaban fuerzas para nada. Dejar la lactancia materna
me costó muchísimas lágrimas. La frustración por mi cesárea y mi no-lactancia
materna me ha durado años. Quien me conoce, sabe que esos sentimientos no son
típicos en mí.
No quiero acabar este relato con regusto
amargo. A las premamás que
apuestan por la lactancia materna, decirles que sí, que se puede. Que, a pesar
de todo lo que tuve en contra, y a pesar de que no habría podido criar a mis
hijos solo con teta, un poquito sí que pude. No pude dar tanto
como hubiera querido, pero algo sí les pude dar. Y a las que se deciden por el
biberón, decirles que mis hijos, prematuros y criados con él, no tuvieron ni un
cólico, ni han caído apenas malitos. Sin poner en duda las estadísticas, yo
siempre digo que en casa no sabemos lo que es el ventolín.
Lo que sí querría transmitir es justamente aquello que
tanta rabia me daba cuando estaba embarazada: no os obsesionéis. Luchad por
criar a vuestros hijos de acuerdo con vuestras convicciones, pero si la
lactancia materna no sale, ¡no pasa nada! De lo poco que me arrepiento en esta
vida es de haber malgastado tanto tiempo y energía en algo que al final no pudo
ser, y en o haberme volcado en lo importante: estar bien, recuperarme. Recordar
que, efectivamente, somos mamíferos, pero que ser madre es mucho, muchísimo más
que cómo pares o cómo lactas.
Toñi
Claro que sí, Toñi ... claro que sí ... el quit de la cuestión está en hacer todo lo posible para que se pueda dar materna, pero si por lo que sea falla ... no desesperarse ...
ResponderEliminarVerónica
Bravo, Toñi, ese es el enfoque. Yo ya os he contado varias veces lo mal que lo pasé y por qué no pude dar pecho a mis nenes, pero lo peor de todo, quienes peor ne lo hicieron pasar, fueron aquellas que velada o descaradamente, me hicieron sentir "mala madre" por criar a mis hijos con biberón, como si por eso no los quisiera o no fuera a crear "vinculo emocional" con ellos.
ResponderEliminarMis hijos, prematuros de 34 semanas, criados con biberón, jamás han cogido nada más serio que unas anginas, no sabemos lo que es una bronquitis, ni una faringitis siquiera...Son listos, sanos y preciosos, y desde luego, nuestro vínculo emocional es más que bueno...
Eva
Ya saben lo que opino de este tema, creo que se le da más tribuna de la que tiene ... al final, el vínculo lo haces día a día con otras cosas, no es sólo la lactancia como que si no existiera se acaba el mundo, gracias Toñi por compartir tu experiencia, cariños Maru
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