miércoles, 7 de septiembre de 2011

DE CRUCERO

Pues sí. Ya hemos vuelto de nuestra aventura. La Yaya decidió que toda la familia fuera a devolverles la visita a los romanos, dos mil años más tarde, pero los muy puñeteros no se dejaron conquistar. Y eso que valor y arrojo no nos faltó. ¿O no hay que ser muy intrépido para llevar a dos criaturas de tres años de crucero?

El primer día andaban ellos muy entusiasmados: llevaban los dos sus mochilas de McQueen a la espalda (que no falte), cargando como todos los demás, y sabían que tenían que ir primero en tren y luego andando hasta el barco. Toda una aventura. Aunque Rubén no las tenía todas consigo:

- Papá, Mamá, ¿el bajco tiene suelo?

Tuvimos la genial idea de no coger el bus hasta el puerto de Barcelona, así que anduvimos muchísimo, dejando atrás otros cruceros:

- Mamá, ¿ese barco es de Bob Esponja? (en el catálogo salía un Bob Esponja)
- No, cariño, ese no es.
- No, Ójca, ese es el bajco de Mickey (???)

Pero todo lo bien que se portaron por la mañana, nos lo hicieron pagar con creces por la tarde. Cómo se pueden portar tan mal dos criaturas era algo desconocido para mí hasta aquel día. Acabamos agotados... Y eso que éramos más para repartir niños, pero no: a la hora de dar la murga, nadie como papá y mamá, qué le vamos a hacer.

La cosa mejoró bastante con los días, aunque claro, también tenían sus ratos de gloria. La primera noche que preferimos ir a un restaurante a la carta y no al buffet libre fue para olvidar. Tan mal se portaron que, una vecina de mesa, al vernos llegar al desayuno al día siguiente, se largó a otra mesa bien lejos de nosotros.

Por suerte, no siempre fue así. La tripulación estaba encantada con ellos, especialmente con Rubén y sus good morning y sus bye, bye. Y es que mi niño es muy listo: ¡ya es trilingüe!

Los días de Florencia - Pisa y Roma se quedaron los yayos con ellos. Se pasaron todo el día en remojo, Óscar nadando solo con sus manguitos y Rubén agarrado como una garrapatilla, hasta en el jacuzzi.

El día de Nápoles, hicimos todos una excursión a Pompeya:

- Tita, ¿en Pompeya se hacen pompas?
- No, Óscar. En Pompeya todas las casas están rotas porque las rompió un volcán.
- ¡Qué malo el volcán! ¡Mamá, ve a echarle la bronca al volcán!

Vaya fama que me das, hijo... Pero Rubén también tiene su carácter. Le estaba contando algo a su padre cuando la guía empezó a hablar sobre las ruinas. Ni corto ni perezoso le soltó:

- ¡No fastidies!

Claro, hijo. Lo primero es lo primero. Pero hagámosles justicia: caminaron como jabatos, pobres criaturas. Esa tarde cayeron dormidos a bloque.

Ya de vuelta pasamos por Palma de Mallorca, que será recordada en la familia por aquella flamenca oronda vestida con un rojísimo traje de faralaes. Rubén no pudo resistirse:

- ¡Huy! ¡Qué pollo más grande!

Y es que Dora la Exploradora y su Gran Pollo Rojo pueden hacer mucho daño...

Y luego la vuelta a Barcelona y a casa fue más tranquila, y se portaron realmente bien.

¿La experiencia? Lo esperable con niños tan pequeños. Volvimos desconectados porque es un entorno que no se parece en nada a la vida cotidiana; en cuanto a los peques, Ya digo que hubo de todo: ratos para comérselos y ratos en que te arrepientes de no habértelos comido. Ellos, eso sí, disfrutaron de lo lindo: les encantó la piscina, y ver a Bob Esponja y a Dora la Exploradora en vivo y en directo, y ver navegar el barco, y tantas otras cosas...

Dentro de poco les espera otra aventura: ¡el cole de mayores! Pero esa será otra historia.

1 comentario:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...