miércoles, 20 de abril de 2011

"SANT JORDIADAS"

El título le puede sonar raro a los no catalanes, pero se acerca la Diada de Sant Jordi (23 de abril, día del libro y de la rosa) y claro: hay preparativos al canto. Para quien no conozca la leyenda ahí va una versión: en un reino muy lejano llegó un dragón muy malo que se comió todo bicho viviente. Cuando no quedaron animales, empezaron a sortear personas. Y a quien primero le tocó fue a la princesa del reino, que era una lectora de cuentos empedernida, guapa y lista. El caso es que la muchacha se metió en la cueva del dragón, y sus papás los Reyes llamaron al caballero Sant Jordi para que la rescatara. Tras una brava lucha, Sant Jordi mató al dragón con su espada. De su sangre brotó un rosal, que dio una rosa de color rojo sangre. Sant Jordi le dio la rosa a la princesa, y la princesa le regaló el último best-seller que se estaba echando pal cuerpo en ese momento. Y desde entonces, los señores regalan rosas a las señoras, y las señoras libros a los señores. Y todos tan contentos.

...O no. Porque si tienes la mala pata de tener un olvidadizo marido que no sabe en qué día vive ni dónde, tienes una alta probabilidad de que no se entere que ese día es Sant Jordi y no te dé la puñetera rosa, ni te saque a paseo por la Rambla, ni nada de nada. Que más de una vez me ha pasado. Y así acabamos Sant Jordi tras Sant Jordi: la menda cabreada y mi costillo con un libro que, casualmente, a mí me encatará leer.

Pero a lo que iba, que se me va el santo al cielo. El caso es que cada año se organiza algo en guardes y coles para celebrar Sant Jordi/Día del Libro. Y la guarde de los peques no iba a ser menos. Algunos papás representan la leyenda (adivinad quién hace de suegra de Sant Jordi este año... ¡ejem! Una es así de previsora, anticipándose siempre a lo que vendrá...), y los niños se disfrazan con trajes que hacemos mamás y profes. Todo estupendo, ¿no? Pues... depende.

Cuando le preguntamos a Óscar de qué se iba a disfrazar, él soltó muy ufano:

- De Drac Ferotge (= Dragón Feroz).

Perfecto, hijo. Y muy santjordiano. Vamos con Rubén:

- Rubén, ¿y tú? ¿de qué te quieres disfrazar?
- De princesa.

Tócate los pies. Cuando salí de mi estupor, pensé que adelante, que si al niño le apetecía ir de princesa, pues de princesa iría; con tres añitos, lo más probable es que él mismo se arrepintiera cuando se viera las pintas. Y si no, ¿qué más daba? Lo malo es que su padre no fue del mismo parecer: la cara que puso cuando se lo dije fue todo un poema, y su "¡NI HABLAR!" aún retumba en mis oídos. No hubo manera de hacerle recapacitar, así que si no podemos con papá, lo intentaremos con el niño; y dio sus frutos (más o menos). Al día siguiente, después de hacerle ver que él de princesita no molaría, volví a preguntarle:

- Rubén, ¿de qué quieres ir disfrazado para Sant Jordi?
- De Reina María.

Bueno. De princesa a reinona. Algo hemos progresado, pero no adecuadamente según su papá. Durante todo el día le estuvimos intentando comerle la oreja muy disimuladamente, a ver si cambiaba de opinión, pero él erre que erre: de Reina María, de Reina María, de Reina María. Hasta que se me encendió la bombilla:

- Rubén, tú sabes que mamá va a hacer de Reina María para Sant Jordi, ¿verdad?
- Sí.
- Pero no tengo Rey Ramón. ¿Quién va a ser mi rey?
- RUBÉNNNN!!

¡BINGO! Así fue la evolución de mi niño: de princesa a reina, y de reina a rey. Su papá más tranquilo, un disgusto menos en casa y todos felices.

La tarde de la representación todo fue como tenía que ir: mamá haciendo el payaso con corona, lunar peludo y bailando el waka-waka, los niños fueron el dragón y el rey más chulos del barrio, y a otra cosa, mariposa. Sólo falta el Sant Jordi de verdad, que este año cae en Sábado Santo y tiene pinta de llover. Pero esta vez hay paseíto y rosa "manque truene". Bonita es la Reina María... Ya os contaré.

Toñi

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