Finales de octubre. Ya había comentado antes sobre
las vacaciones de Toussaint: 15 (laaaargos) días para probar el límite de mi
paciencia, mientras me pregunto si el espíritu de madre viene incluido o se
desarrolla… u (opción nº2) si el espíritu de madre debe siempre incluir la
paciencia como característica constitutiva.
Trato de encontrar la respuesta a mis
preguntas, mientras mis pequeños aventureros corren descalzos por el pasto
húmedo en pleno otoño (11 ºC) en el NE de Francia, por supuesto sin pantalón y
sin slip, como no podía ser de otra manera. La lluvia tampoco es impedimento
para la práctica de la “piscina” como ellos llaman a este deporte nudista.
En este contexto, que denomino “aburrimiento
activo”, surgió la idea de hacer un paseo al Aquarium de París.
Este paseo, como muchas madres múltiples
sabrán, incluye toda la logística de siempre.
Hoy en día que vivo en el campo, a 15km del
tren y a 120 km de París, puedo contar como punto positivo con la colaboración
de mi abnegada suegra. Mujer dura pero cariñosa, que había pensado que ya tenía
toda su tarea lista, cuando fue sorprendida con nuestro arribo para dar vuelta
completamente su vida apacible de jubilada.
Continúo. Tras levantar a los “niños
adrenalina” a las 7 am (casi ni sé si debo decir que Alex, estaba despierto
desde las 6 am), al fin, logramos partir en el vehículo camino a la estación de
Chateau Thierry a las 8, donde dejamos este transporte para seguir en un vagón de
tren hacia París.
Lo diré de esta manera: en la modalidad más
silenciosa, y dentro de un vagón de película tipo Harry Potter (con dos filas
de asientos enfrentadas dentro de un compartimiento con puertita y todo), el
joven que intentaba dormir, dejó nuestro cubículo con un portazo tras de sí,
mientras una amorosa señora, prefirió entregarse a los invasivos y cariñosos
intentos de Alex por sociabilizar a toda costa y la seducción de Eric que le
tiraba besos con la mano. (nota mental: debo revisar si mi testarudez podría haberse
transmitido genéticamente). Una hora … sí, 60 minutos…(y a ESA hora de la
mañana) … con estos niños, cargados con la energía de 4 bebidas energéticas
cada uno, pero sin necesidad de tomarlas. Claramente cuando esta amable dama me
indicó que trabajaba con niños, no fue ninguna novedad. Lo único que pensaba es
que en la misma situación, si hubiese sido un pasajero, seguramente hubiera
hecho lo mismo que el joven… en fin.
El tren era una parte pequeña del trayecto,
aún faltaba llegar a la estación central del Este (Gare de l’Est), buscar los
baños (por supuesto del otro lado del edificio), intentar que los gritos de
emoción mientras la tapa del inodoro se limpiaba electrónicamente no
sobrepasaran el límite acústico y luego lavar las manos… Ufff ahora sí! Al metro…
Ojo! No es tan fácil, acaso pensaban que era ir del punto A al punto B como en
esos problemas de física del cole? (debí haber estudiado Física, claramente a
los móviles en movimiento rectilíneo y uniforme no hay que amarrarlos para que
se vayan con un extraño). Bueno, no. La cosa era con transbordo, uno por
suerte. Este tema de París, y algunos me detestaran, es como andar por Buenos
Aires, como digo: por suerte. Si no hubiese vivido en Buenos Aires primero,
realmente sería para ir a terapia, gente, mucha gente, apurada y superada por
choques culturales, léase peleas de metro por pavadas.
Afortunadamente mis embajadores de la
felicidad, como por arte de magia, transformaron la cara agobiada y enojona de
muchos por sonrisas y buena onda para continuar su día con otro ánimo.
Trasbordo exitoso, por cierto tocando
basureros y comiendo dulces del suelo (gran tesoro!), al fin logramos llegar al
aquarium!!! Eran casi las 11.
Maravillados, incluida yo, por los tamaños y
colores de los especímenes, paseamos por
un tercio del predio diciendo “wow!!!” a cada paso.
El mediodía nos pisaba los talones y mi
suegra, que no perdona su almuerzo, nos pidió parar para comer los sandwiches que habíamos llevado (pagar 7 euros por un
triste sándwich en el quiosco es una tomada de pelo que sólo un turista
desprevenido podría aceptar).
Antes de volver al aquarium, paseamos un poco
por la fuente Trocadero, mirando la Torre Eiffel. Comprobado: no me gustan para
nada las aglomeraciones, y este es uno de los ombligos del mundo, ergo, estaba
llenísimo de turistas y de vendedores ambulantes o mejor dicho, cazabobos, para
vender baratijas de la torre por 10 euros… no faltará quien las compre.
Un momento destacado, es cuando visitaron el espacio de los peces tropicales, el grito fué unánime: Nemo!!! mamá!!! Nemo está aquí!! Aaaahhh!!!. No dejaban de repetirlo, realmente quedaron maravillados!
Así a las 15.30 horas, con show de títeres incluido,
terminamos de hacer nuestra vuelta dentro del aquarium, suegra y niños
exhaustos de camino hacia el metro y a hacer todo el camino de regreso a casa a
donde llegamos casi a las 18.
Como dice Maquiavelo, divide y reinarás, dejé
a Eric en un asiento con mi suegra y a Alex conmigo en otro más lejos, así que
el viaje de regreso fue un tanto más calmo (el cansancio hizo el resto, o sea
80%).
18.30 en casa, 19.45 todos a dormir.
Y esa fue la jornada de tranquilo
esparcimiento acuático en París… mañana…mañana será otro día, pues estoy
alistando detalles para otra "tranquila" salida (¡?) de Halloween… ya os contaré
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