martes, 28 de mayo de 2013

DESCUBRIENDO SU SEXUALIDAD

Etimológicamente, “educar” significa “acompañar” a tu hijo en su andadura hasta convertirse en adulto. Ese acompañamiento está lleno de momentos dulces y amargos, divertidos y desabridos. El amor que se siente por ellos puede con cualquier obstáculo, pero la verdad, es que los ratos divertidos ayudan un montón a sobrellevarlos.
De lo que más fuente de risas nos causa a los adultos es comprobar su evolución en lo referente a la sexualidad. Los adultos estamos tan condicionados con “el tema” que a veces nos choca la naturalidad con la que se lo toman.
No recuerdo muy bien cuándo empezaron mis hijos a jugar con “la colita”, pero sí recuerdo la sorpresa de Rubén una vez, en el baño, con unos 2 añitos y medio y su lengua de trapo. Se había estado tocando, con sus lógicas consecuencias. Mira su colita. Luego mira la de su hermano y…
- Ubén tene a colita gande. Ójca la tene “quichitita”.
¿Y cómo le hago entender aquello de que “el tamaño no importa”?
Y un cuerno. Que se lo digan si no a mi desconsolado Óscar, con tres añitos y poco, llorando a moco tendido una mañana en que tenía pis y no podía porque “¡¡¡mamá, esta colita está arribaaaa!!!”.
Los niños aprenden jugando, tocando, y haciendo el bruto. Y no veas. Lo que se la llegan a retorcer, estirar, echar a un lado y a otro, que madre mía, parece que tengan un joystick… Yo alucino, ¿no dicen todos los hombres que eso duele? En fin, lo que yo digo: que hagan lo que quieran, al fin y al cabo es suya.
Pero con límites. Alrededor de los tres años fuimos a la carnicería. No paraban de hablar (¿he dicho ya que mis hijos son unos loros?), los dos o tres clientes y el carnicero ya hacía rato que se lo estaban pasando bomba. En un momento dado, veo a Óscar metiendo la mano debajo del pantalón y…
- Pero Óscar, ¿qué estás haciendo?
- ¡Estoy jugando con la colita!
Tierra trágame. O cómo no preguntar si la respuesta ya la conoces y no te gusta…
La diferencia entre chicos y chicas también la tienen clara. Y eso a pesar de la tremenda pudicia de su padre, a quien, semanas antes de la “operación pañal”, tuve hasta que pedirle que, por favor, hiciera pis con la puerta abierta para que sus hijos vieran cómo orinaba de pie. Y vaya que lo vieron. No veas lo feliz que se puso Rubén al ver que tenía algo en común con su padre:
- Mamá, ¡papá tiene colita, papá tiene colitaaaa!!
Ya, hijo, ya me había percatado, créeme…
Se puso tan feliz como preocupado en otra ocasión, en que yo estaba en la cama boca arriba, tocó por la parte del pecho y preguntó angustiado:
- Mamá, ¿dónde están las tetas?
Hijo, eso es una combinación entre la ley de la gravedad y la falta de silicona…
Lo que es curioso es la cantidad de nombres que hemos inventado para lo mismo. Y por supuesto, a veces no lo tienen claro. No solemos decirlo mucho en casa, pero de vez en cuando les llamamos “pichurrilla”. Eso a Rubén le ofendía un montón con sus tres añitos y medio o así. Y yo, mientras le hacía cosquillas, le decía:
- Tienes razón, hijo. Tú eres muchísimo más que una pichurrilla: tienes dos ojos, una boquita, dos brazos, dos piernas, la barriguita…
Pronto se le pasaba el mosqueo, pero como la venganza se sirve en plato frío, una mañana en que él no quería vestirse y yo sí, y en que acabó sentado en mi falda y yo vistiéndole a la fuerza, se me giró muy ofendido y me gritó:
- ¡PICHURRA!
Hacia los cuatro años empezaron a preguntar de dónde venían. Les hablé de las dos semillitas que había puesto papá en mi barriga, que habían estado juntitos los dos, etc. Parecían muy contentos con la idea. Hasta que me preguntaron que por dónde salieron de allí:
- Pues… en mi caso, un doctor me abrió la barriga para sacaros.
La cara de susto de los pobrecitos no la olvidaré nunca. Estuvieron unos días traumatizados, aunque yo les explicaba que normalmente salían por la vulva, pero no siempre, y que no pasaba nada, que a las mamás no nos importa, que el doctor no me hizo daño, etc., etc.
Estos hijos míos son muy preguntones, y se quedan con la copla una barbaridad. Ahora están en la fase caca-culo-pedo-pis, y me tenían frita de hacía un rato. Sobre todo Rubén:
- Mamá, ¿para qué sirve el culo?
- Para sentarse
- ¿y para qué más?
- Para hacer caca
- ¿y para qué más? (mamá un pelín harta)
- Para tirarse pedetes
Ahí Óscar echó un capote:
- Los pedetes quiere decir que hay caca… (ya, hijo)
Rubén sigue el interrogatorio:
- Mamá, ¿para qué sirve la colita?
- Para hacer pis. (Mamá hasta el moño ya)
- ¿y para qué más?
- Pues… ¡para hacer bebés!
No tuve tiempo de arrepentirme, me miraron dos pares de ojitos diciendo:
- No, no, mamá…
- Mami, los bebés se hacen en la vulva, no en la colita…
Vale. Cambio de tema YA. ¿Con 5 años están preparados para entender el acto sexual? Yo creo que no, pero seguro que todo es opinable.
Y no quisiera alimentar el tópico de con qué piensan los hombres, pero ya que hablamos… La culpa de esta anécdota la tiene Mojoyoyo, el malo de las Supernenas, que cuando se enfada se le ve el cerebro.
Estaba Óscar saliendo del baño y empieza a jugar con la colita como decía antes, en plan joystick. En un momento dado se la levanta, observa lo que hay debajo y pregunta:
- Mamá, ¿por qué tenemos un cerebro debajo de la colita?
Me dio tal ataque de risa que ni sé lo que contesté.
Pero definitivamente, los que andamos con prejuicios somos los mayores. Ayer mismo vino Rubén muy feliz y contento:
- Mamá, me he tocado la “pipula”
Ya estamos con los nombrecitos, a ver que no lo haga en público, etc.
- Y… ¿dónde te has tocado, hijo?
Se señala el ojito y me viene el flash:
- ¡Ah! Te has tocado la “pupila”…
Cambio automático de sermón, que para eso una madre tiene uno para cada ocasión. Los ojos no se tocan, te puedes hacer daño, etc… y me dejó pensado que sí, que “educar” es “acompañar”, pero con estas cosas no tengo muy claro quién acompaña a quién…
Toñi


1 comentario:

  1. jajajaja ... que bueno ... las mias cuando empezaban a dejar el pañal en la guarde, en casa me las encontre un dia de pie en el wc, intentando hacer pis como los niños de su clase ...

    Verónica

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