Etimológicamente, “educar” significa “acompañar” a tu
hijo en su andadura hasta convertirse en adulto. Ese acompañamiento está lleno
de momentos dulces y amargos, divertidos y desabridos. El amor que
se siente por ellos puede con cualquier obstáculo, pero la verdad, es que los
ratos divertidos ayudan un montón a sobrellevarlos.
De lo que más fuente de risas nos causa a los adultos
es comprobar su evolución en lo referente a la sexualidad. Los adultos estamos
tan condicionados con “el tema” que a veces nos choca la naturalidad con la que
se lo toman.
No recuerdo muy bien cuándo empezaron mis hijos a
jugar con “la colita”, pero sí recuerdo la sorpresa de Rubén una vez, en el
baño, con unos 2 añitos y medio y su lengua de trapo. Se había estado tocando,
con sus lógicas consecuencias. Mira su colita. Luego mira la de su hermano y…
- Ubén tene a colita gande. Ójca
la tene “quichitita”.
¿Y cómo le hago entender aquello de que “el tamaño no
importa”?
Y un cuerno. Que se lo digan si no a mi desconsolado
Óscar, con tres añitos y poco, llorando a moco tendido una mañana en que tenía
pis y no podía porque “¡¡¡mamá, esta colita está
arribaaaa!!!”.
Los niños aprenden jugando, tocando, y haciendo el
bruto. Y no veas. Lo que se la llegan a retorcer, estirar, echar a un lado y a
otro, que madre mía, parece que tengan un joystick… Yo alucino, ¿no dicen todos
los hombres que eso duele? En fin, lo que yo digo: que hagan lo que quieran, al
fin y al cabo es suya.
Pero con límites. Alrededor de los tres años fuimos a
la carnicería. No paraban de hablar (¿he dicho ya que mis hijos son unos
loros?), los dos o tres clientes y el carnicero ya hacía rato que se lo estaban
pasando bomba. En un momento dado, veo a Óscar metiendo la mano debajo del
pantalón y…
- Pero Óscar, ¿qué estás
haciendo?
- ¡Estoy jugando con la
colita!
Tierra trágame. O cómo no preguntar si la respuesta ya
la conoces y no te gusta…
La diferencia entre chicos y chicas también la tienen
clara. Y eso a pesar de la tremenda pudicia de su padre, a quien,
semanas antes de la “operación pañal”, tuve hasta que pedirle que, por
favor, hiciera pis con la puerta abierta para que sus hijos vieran cómo orinaba
de pie. Y vaya que lo vieron. No veas lo feliz que se puso Rubén al ver que
tenía algo en común con su padre:
- Mamá, ¡papá tiene colita, papá
tiene colitaaaa!!
Ya, hijo, ya me había percatado,
créeme…
Se puso tan feliz como preocupado en otra ocasión, en
que yo estaba en la cama boca arriba, tocó por la parte del pecho y preguntó
angustiado:
- Mamá, ¿dónde están las
tetas?
Hijo, eso es una combinación entre la ley de la
gravedad y la falta de silicona…
Lo que es curioso es la cantidad de nombres que hemos
inventado para lo mismo. Y por supuesto, a veces no lo tienen claro. No solemos
decirlo mucho en casa, pero de vez en cuando les llamamos “pichurrilla”. Eso a
Rubén le ofendía un montón con sus tres añitos y medio o así. Y yo, mientras le
hacía cosquillas, le decía:
- Tienes razón, hijo. Tú eres
muchísimo más que una pichurrilla: tienes dos ojos, una boquita, dos brazos, dos
piernas, la barriguita…
Pronto se le pasaba el mosqueo, pero como la venganza
se sirve en plato frío, una mañana en que él no quería vestirse y yo sí, y en
que acabó sentado en mi falda y yo vistiéndole a la fuerza, se me giró muy
ofendido y me gritó:
- ¡PICHURRA!
Hacia los cuatro años empezaron a preguntar de dónde
venían. Les hablé de las dos semillitas que había puesto papá en mi barriga, que
habían estado juntitos los dos, etc. Parecían muy contentos con la idea. Hasta
que me preguntaron que por dónde salieron de allí:
- Pues… en mi caso, un doctor me
abrió la barriga para sacaros.
La cara de susto de los pobrecitos no la olvidaré
nunca. Estuvieron unos días traumatizados, aunque yo les explicaba que
normalmente salían por la vulva, pero no siempre, y que no pasaba nada, que a
las mamás no nos importa, que el doctor no me hizo daño, etc., etc.
Estos hijos míos son muy preguntones, y se quedan con
la copla una barbaridad. Ahora están en la fase caca-culo-pedo-pis, y me tenían
frita de hacía un rato. Sobre todo Rubén:
- Mamá, ¿para qué sirve el
culo?
- Para
sentarse
- ¿y para qué
más?
- Para hacer
caca
- ¿y para qué más? (mamá un pelín
harta)
- Para tirarse
pedetes
Ahí Óscar echó un capote:
- Los pedetes quiere decir que hay
caca… (ya, hijo)
Rubén sigue el
interrogatorio:
- Mamá, ¿para qué sirve la
colita?
- Para hacer pis. (Mamá hasta el moño
ya)
- ¿y para qué
más?
- Pues… ¡para hacer
bebés!
No tuve tiempo de arrepentirme, me miraron dos pares
de ojitos diciendo:
- No, no,
mamá…
- Mami, los bebés se hacen
en la vulva, no en la colita…
Vale. Cambio de tema YA. ¿Con 5 años están preparados
para entender el acto sexual? Yo creo que no, pero seguro que todo es
opinable.
Y no quisiera alimentar el tópico de con qué piensan
los hombres, pero ya que hablamos… La culpa de esta anécdota la tiene Mojoyoyo,
el malo de las Supernenas, que cuando se enfada se le ve el
cerebro.
Estaba Óscar saliendo del baño y empieza a jugar con
la colita como decía antes, en plan joystick. En un momento dado se la levanta,
observa lo que hay debajo y pregunta:
- Mamá, ¿por qué tenemos un cerebro
debajo de la colita?
Me dio tal ataque de risa que ni sé lo que contesté.
Pero definitivamente, los que andamos con prejuicios
somos los mayores. Ayer mismo vino Rubén muy feliz y
contento:
- Mamá, me he tocado la
“pipula”
Ya estamos con los nombrecitos, a ver que no lo haga
en público, etc.
- Y… ¿dónde te has tocado,
hijo?
Se señala el ojito y me viene el
flash:
- ¡Ah! Te has tocado la
“pupila”…
Cambio automático de sermón, que para eso una madre
tiene uno para cada ocasión. Los ojos no se tocan, te puedes hacer daño, etc… y
me dejó pensado que sí, que “educar” es “acompañar”, pero con estas cosas no
tengo muy claro quién acompaña a quién…
Toñi
jajajaja ... que bueno ... las mias cuando empezaban a dejar el pañal en la guarde, en casa me las encontre un dia de pie en el wc, intentando hacer pis como los niños de su clase ...
ResponderEliminarVerónica